
Así que hoy, inaugurando el primer día de fresquillo otoñal, ya he sacado (y me he puesto) las botas, los leotardos y la chaqueta finita (que tapa más que abriga) con una tremenda alegría y sonrisa en la cara.
Y es que no hay nada como las tardes de otoño para relajarse en algún lugar calentito, meditar y empezar a realizar la lista de deseos a realizar durante el próximo año y, por que no, hacer el balance del que ya está acabando... Es lo que tiene para mi septiembre, la vuelta al cole y el comienzo de un nuevo ciclo.
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